Kale Barraka

Ayer se conmemoraba la entrada de Jaime I en Valencia. Para los nazionalistas, en cambio, lo que se conmemora es la anexión a esa entelequia llamada Països Catalans. Y hubo una manifestación que recorrió el centro. Y yo, tras la vuelta de la playa, me acerqué a curiosear. Entre los convocantes figuraba Maulets, uno de las organizaciones fundadoras del grupo terrorista Terra Lliure. Aquello prometía.

Me situé a la altura de los de Esquerra, muchos de ellos recién venidos de Cataluña, claro, que aquí los de Esquerra son cinco y el del silbato. Los catalanistas llevaban un gran despliegue gráfico, se nota que no andan cortos de liquidez. Toda la cartelería reluciente; dolzainas y tamborcillos para ambientar la fiesta.
La patulea seguía con su desfile. La gente iba a peor. La pinta era manifiestamente empeorable.
Los del Partido Comunista de los Pueblos de España, subidos también al carro del independentismo y olvidados de quitarle la última letra a sus siglas, pasaron por delante de mí.
Y luego los Maulets, la estrella invitada, el socialismo autogestionario y prototerrorista. Sujeté bien mi cámara para fotografiar las cutres pancartas del lumpen social, lo más tirado y okupa que te puedas echar a la cara...
Un movimiento repentino ahí en medio… Pum… Y lanzaron un par de amasijos de pintura contra el Corte Inglés, como sabia muestra de anticapitalismo, amenizado todo con bailes al estilo bota, bota, español el que no bote (rimado en catalán). Yo estaba de lo más quietecito: si soy español, no boto.
Les seguí durante un tiempo, al ritmo de sus tambores agresivos y colectivistas. Aquí el ambiente era ya de fiesta gamberra. De ahí a la violencia sólo había un paso.
Uy, una animada conversación en la acera…
-¡Un skin!
El chico dialogaba rodeado de tres o cuatro nazionalistas. ¿No eran los skins los cobardes, no sé cuántos contra uno?
El servicio de orden de la mani, trataba de contener a los que se salían para sumarse a la conversación. Yo, como iba por la acera, me acerqué para captar bien los argumentos. Es que soy un poco sordo.
Otra pareja de skins pululaba por ahí. Skins descafeinados, la verdad. Yo temía que me confundieran con uno de ellos: tampoco me gusta el café y estaba recién afeitado.
Los skins se meten en la manifestación. ¡Olé tus huevos! Las hostias, si las hubo, fueron insonoras. Otro asunto me llamó la atención…
En una calle lateral, doblando la esquina, unos cincuenta valencianistas con sus pancartas. Estos son de los nuestros…
Los nazionalistas continúan saliéndose de la mani. El servicio de orden queda desbordado:
-¡Feixistes! –fascistas, les dicen a los nuestros.
Una chica de no más de 18 años, con acento de Valencia pero con educación de kale borroka clarísima, les suelta a los suyos:
-Vinga, va! (Venga, va.)
Y veinte o trenta kaleborroqueños energuménicos salen en estampida a por los otros… Y aquellos, la reacción instintiva, el pánico incontrolable, se disuelven en plan rápido…
Nazionalistas a por valencianistas en las calles de mi ciudad. Penoso espectáculo. Si al menos fuera al revés…
La policía llega tarde y mal. Cinco o seis de ellos se alinéan en la calle. Los nazionalistas vuelven de la carrera, resoplando, y pasan; a nadie se le pide la documentación ni se le retiene.
Sólo a un skin:
-¿Qué es eso?
-Una hebilla.
Vale, la hebilla del cinturón era un poco grande…
A otro skin descafeinado lo detiene la policía, lo introduce en un portal, y le baja los pantalones para ver lo que lleva.

Y se forma el inevitable corro de los afines:
-Son unos catalanistas de mierda.
-Son unos hijos de puta.
-La calle es suya.
-Lo peor es la inacción policial…
Digo, pensando ya en lo que escribiré al día siguiente.