Los antisistema del “Sistema”

Unas palabras de Javier Rey de Sola sobre los Hijos Predilectos de la hiprogresía:

Al igual que el matrimonio victoriano necesitaba para su funcionamiento y equilibrio del inestimable concurso de las putas, también el mundo de las Letras exalta y anima lo que Ernesto Sábato -¡leedlo!- denomina la “Academia de la Antiacademia”. Son esa manta de seudorrebeldes que “viven fastuosamente a costa del pobre burgués que insultan” y que, mimados por la sociedad y unánimemente apoyados por los medios, se llevan las prebendas y regalos, políticos por medio y ¡arriba España!

Pero mientras aquellas hetairas eran víctimas y pobres infelices, los otros son unos completos sinvergüenzas, aunque en el pecado llevan la penitencia de su interminable flujo gonorreico y jamás crearán nada y lo saben. Por eso miran esquinado y no de frente, en el temor constante de que vengan y les arrebaten la merienda que ellos mismos han robado.
Siendo así que, en su infinita soledad al deponer aguas mayores, cabecearán sin duda tristemente y una furtiva lágrima les resbalará por la mejilla hacia la “barba por parroquias”, la cuarta señal del hijoputa, según Cela. En el fondo son de compadecer, aunque saquen pecho y lo hagan retumbar a puñetazos, como el gorila macho cuando se encuentra en celo, que menuda tabarra si lo tienes de vecino.
Pues no es lo mismo ser radical iconoclasta respaldado por la flor y nata mediática de España, que hacerlo a contrapelo, sin más sostén (quiero decir apoyo), que el que sale de dentro, que es un fuego inextinguible al que no pueden apagar ni con sifón. Y esto último no termina de trepanarles el caletre, criaturas.
Dándose también la pequeña circunstancia de que, las raras ocasiones en que un Premio está bien dado, no queda cucaracha sin protestar desde el terrazo, intentando empañar el merecimiento y gloria de que por una vez se haya acertado. Pero si a Quevedo lo metieron en la cárcel y lo mismo a Juan de Yepes y malbarataron a Cervantes y a Larra lo desesperaron hasta que se tuvo que interrogar ante el espejo, el jaleo que la chusma dedica al reconocimiento del talento no deja de ser una caricia y es éste el verdadero galardón: cuando se pone de uñas la gentuza.
Y aunque no es costumbre en esta columna distinguida hablar mal de los muertos, sí le tenemos que hacer un reproche a Fígaro, que es el de haber dirigido la munición contra sí propio, en lugar de vaciar el cargador en los putos huevos de los culpables. La agresividad, siempre hacia fuera.
La podredumbre nacional que criticara en sus artículos, aunque mucho más aseada y perfumada, dónde vas a dar, es la mismita que sufrimos actualmente y que, para perpetuar su derecho de pernada, ahora se camufla de mesuradas razones y cordura, engolando la voz en las tribunas e intentando vendernos la peineta, que la máxima industria y verdadera maestría de estos mariquitines es saber poner el cazo.
De lo que resulta que muchito ojo, que las gentes y los pueblos van aprendiendo a diferenciar el grano de la paja, y que no es oro todo lo que reluce, sino que puede ser un culo de botella que el sol hace brillar, provocando posteriormente fuego en el monte.