miércoles, 23 de abril de 2008


Don Íñigo

Íñigo Henríquez de Luna, concejal popular del augusto barrio de Salamanca, en Madrid, tiene el noble propósito de restaurar un partido que sobrenada en la posguerra electoral. La cosa abierta y nueva que nace del barrio y pretende llegar a la cúpula. Buena suerte, caballero, desde aquí te apoyamos visualmente a través del logotipo; Archipiélago Duda, El último liberal palentino, y algunos más que se me escapan, los que nos sumamos a la iniciativa de Prevost. Las primarias eran el objetivo básico, así lo entendimos, cuestión de procedimiento, oportunidad de relanzamiento mediático, garantía de elección de un candidato con cualidades comunicativas, garantía de que los derrotados no huyeran por culpa de una legitimidad violada, o sea, un seguro anti-ruptura.

Don Íñigo tiene probada experiencia en el asunto de la democracia, en escuchar a las bases sin intermediarios ni burocracias: en el colegio público Amador de los Ríos, en octubre del 2006, reunió a los vecinos que quisieron acercarse para proclamar sus quejas municipales. "Estoy aquí para escuchar a todos. No tengo prisa, por lo que todo el que quiera decir algo podrá hacerlo".

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