lunes, 13 de abril de 2009
Liberalismo en contra del aborto
Si hace unas semanas criticaba la inhibición de muchos liberales en temas como el del aborto, ahora no puedo dejar de reseñar un espléndido artículo escrito por Albert Esplugas que se muestra firme y claramente contrario al mismo.
El razonamiento en enjundioso e impecable. Una argumentación antiabortista desde postulados liberales/libertarios; fundamentada en los derechos individuales y teniendo como principio rector el de no-agresión. El artículo es largo, pero merece la pena leerlo completo. Incluyo algunos de sus párrafos más relevantes:
Se da la circunstancia de que la mayoría de los pro-elección son de tendencia izquierdista y de que, no obstante, enarbolan con frecuencia argumentos de marcado acento individualista y liberal. No deja de resultar algo desconcertante oír hablar a un socialista del derecho a controlar el propio cuerpo, estando libre de dictados ajenos; del derecho a la no-asistencia; del derecho de propiedad de la madre sobre el no-nato, por encontrarse dentro de su cuerpo o por depender de él... La libertad individual, el derecho ser egoísta, la propiedad... no son precisamente conceptos que entusiasmen a los más progresistas.
La argumentación parte de argumentos científicos:
El zigoto unicelular, en el día 1 de la concepción, es ya un organismo único de la especie homo sapiens, con sus 46 cromosomas definitorios. Gonzalo de Miranda, catedrático de bioética, explica que un ser vivo es aquél que ha iniciado su ciclo vital y aún no lo ha terminado, y cuyas partes forman un todo. Tal es la realidad del embrión. Inmediatamente después de ser concebido empieza a producir enzimas y proteínas humanas y a dirigir su propio crecimiento y desarrollo. Se trata de un ser humano, “una nueva, genéticamente única, recién existente, vida humana individual”.
Parece que para muchos pro-elección la apariencia física del embrión juega un papel significativo en este debate. ¿La forma importa? ¿El tamaño importa? Determinar la humanidad de un individuo por su aspecto externo es algo, cuando menos, poco serio y muy poco científico. ¿Qué fisonomía se supone que debe tener un ser humano? En efecto, un embrión es físicamente muy distinto a un adulto de treinta años, pero también lo es un feto respecta a un adulto y un bebé respecto a un abuelo. Lo que ha cambiado es el “formato”, la naturaleza es la misma. (...) En realidad no hay modo alguno de establecer una línea divisoria en el proceso evolutivo que separe lo que se presume humano de lo que no, ni desde el punto de vista aspectual (apariencia) ni desde el punto de vista sustancial (naturaleza). La vida de un individuo tiene su origen en el zigoto y concluye con la muerte, y cualquier fotograma que se elija de este proceso vital se percibirá idéntico al fotograma anterior y al posterior. El estado embrionario del ser humano es sólo una fase más de su desarrollo, como lo es, por ejemplo, la niñez.
Sigue con el derecho:
Buena parte del movimiento pro-elección sostiene que el derecho a la vida surge cuando el poder racional del ser humano se torna en acto, se hace efectivo. Sólo cuando el individuo puede elegir es portador de derechos individuales, encabezados por el derecho a la vida. Esta propuesta resulta totalmente arbitraria, y además conlleva unas implicaciones que difícilmente aceptarán la inmensa mayoría de sus defensores. Si persona significa tener racionalidad efectiva, facultad efectiva para elegir entre opciones, ¿cuándo empieza? Por supuesto el no-nacido no será persona, ya que su racionalidad efectiva, su autonomía moral, es nula. Entonces el embrión y el feto no poseen el derecho a la vida y pueden ser destruidos, abortados. Pero, ¿acaso poseen autonomía moral los bebés recién nacidos? ¿Y los niños? ¿Y los disminuidos psíquicos? ¿Y los enfermos mentales? ¿Y los comatosos? ¿Y los drogados? Siguiendo la lógica del argumento, ¿no sería permisible el infanticidio? ¿O aplicar la eutanasia a los disminuidos? ¿O utilizar a los individuos en estado vegetal para la investigación científica? De hecho, ¿conservaríamos el derecho a la vida mientras dormimos?
Los pro-elección consideran, por ejemplo, que el ser humano deviene persona a partir del instante en que se forma el cerebro y/o el sistema nervioso, lo cual sucedería sobre la octava semana de gestación. Invocan, pues, a cierto desarrollo del soporte físico de la racionalidad. Pero, ¿por qué iba a ser el primitivo estado de la corteza cerebral el fundamento de la persona? Se trata de una característica formal, de ningún modo sustancial. La capacidad racional efectiva sigue siendo nula. Y la naturaleza racional del individuo sigue siendo plena. Asimismo no hay que olvidar que la integración del cerebro no finaliza hasta unos cuantos meses o años después del nacimiento.
Así es que desde el día 1 el no-nacido, en tanto que persona, tiene el derecho a la vida: no puede ser destruido, eliminado, ejecutado... tal y como sucede en la mayoría de abortos. Cuando el aborto es un acto de destrucción activo, como el desmembramiento o envenenamiento del feto, se trata netamente de un asesinato. De nada sirve aducir que el no-nacido es un “trasgresor” o un “agresor” que viola la libertad de la madre y lo que es de su propiedad (su cuerpo).
Ligando los conceptos de libertad y responsabilidad, el autor prosigue:
Los padres, mediante el acto sexual voluntario, conciben una nueva persona y la sitúan en una posición de dependencia y vulnerabilidad (que no termina con el nacimiento). Los progenitores, ambos por igual, son la causa de su condición frágil e insegura; no pueden desentenderse. El individuo, desde su estado embrionario hasta que adquiere autonomía moral, hasta que cesa su carácter dependiente, tiene derecho al cuidado de sus padres, y por lo tanto el no-nacido tiene derecho a anidar en el cuerpo de la madre y a alimentarse de él. El aborto por evicción, como el abandono de un crío, no es (sólo) un acto inmoral, es un acto criminal.
Y ante la opinión de muchos liberales, que abogan porque el Estado se abstenga de intervenir en estos temas, el autor opina:
Algunos pro-elección reivindican una supuesta inhibición del Estado, una supuesta neutralidad estatal respecto al aborto. Si se suprimieran, dicen, los fondos públicos destinados al aborto, nadie que fuera anti-abortista estaría contribuyendo con sus impuestos a algo que desaprueba moralmente. Este razonamiento es, sin embargo, una falacia. Los derechos individuales son lo único sobre lo que la Ley debe pronunciarse, y el aborto pertenece precisamente a este ámbito. ¿El Estado es neutral ante un secuestro, un robo o un atentado por el hecho de no financiarlo? No; el Estado toma partido en contra de estos crímenes, sancionando a quienes los cometen. La autoridad pública protege de las agresiones aquello que es legal. Así pues, si el aborto es legal, el Estado le procura protección. Y para los que consideran que el aborto es un asesinato eso significa que el Estado (que ellos también costean y a cuya legislación se considera que deben someterse) está amparando el asesinato.
Si el Estado fuera verdaderamente neutral se abstendría de actuar, dejando que unos practicasen el aborto y que otros defendiesen con las armas la vida de los nonatos. La neutralidad real, pues, comportaría la existencia de “zonas” en las que el Estado no tendría jurisdicción en cuanto al aborto (por ejemplo, el espacio que ocupa una clínica abortista), zonas sin ley o “free-fire” donde abortistas y anti-abortistas podrían batirse violentamente.
Para concluir:
En este artículo pro-vida no se ha argumentado en ningún momento que el aborto deba ilegalizarse porque es inmoral, sino porque viola el principio de los derechos individuales.
¿Significa eso que la ciudadanía debe ser amoral? ¿Que tener valores propios es un vicio? ¿Que la libertad desprecia la ética de los individuos? Todo lo contrario. La moral va unida a la libertad, porque la moral carece de sentido si no es fruto de una elección personal. ¿O es que acaso posee algún mérito el que hace lo correcto por obligación?
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1 comentario:
Pues miren, yo me considero liberal, cada uno tendrá su postura a favor, en contra, o por variar será pragmático. Gracias a Dios que el Liberalismo no es patrimonio de ningún partido ni de ninguna persona, pues bebe de muchas fuentes y tiene muchas variantes, lo cual no impide que se pueda ser liberal y defender la posibilidad de abortar en ciertos casos tasados.
Soy liberal, y por tanto pragmático en lo que al aborto se refiere, así que no se debe ignorar bajo pretextos dogmáticos una realidad que aunque porcentualmente nimia, existe. Hablo de los supuestos de aborto eugenésico, médico-terapeútico y ético, para mí tolerables desde el punto de vista del estado de necesidad, no así del aborto social, el cual rechazo.
Saludos.
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