lunes, 31 de agosto de 2009


Fekete: Hay que introducir glóbulos de oro en el flujo sanguíneo del sistema monetario





Antal Fekete es uno de los economistas más rotundamente originales de las últimas décadas. Vale la pena leerlo al completo y con atención. De aquí extraigo la traducción de algunas de sus ideas:


La clave para entender esta crisis está en la productividad marginal de deuda, que los manuales de economía definen como la relación entre deuda adicional y PIB adicional, o la cantidad del PIB que se ha generado con la creación de 1 dólar de nueva deuda. Todo esto se remonta a la década de 1950, cuando la productividad marginal de la deuda era 3 como mínimo (Recordemos que el dólar de los bancos centrales podía convertirse en oro a 35 dólares la onza). Esto significaba que cada dólar de nueva deuda generaba al menos 3 dólares de aumento del PIB. El sistema no podía fallar. Pero en agosto de 1971, cuando Nixon impagó las obligaciones internacionales de oro de los Estados Unidos (siguiendo los pasos de Franklin Delano Roosevelt que había impagado las obligaciones domésticas de oro 35 años antes), la productividad marginal de la deuda cayó por debajo del nivel crucial de 1.


La caída de la productividad marginal de la deuda ha continuado sin interrupción desde entonces. Nadie tomó medidas. De hecho, los administradores Keynesianos del sistema monetario y de la economía pusieron trabas a esta información, manteniendo al público en la oscuridad. Ni tampoco los economistas Keynesianos y Friedmanitas en las universidades prestaron atención a la señal de peligro. Los agitadores siguieron gritando: “¡Dame más crédito!”


Mientras la deuda estuvo contenida por la presencia del oro en el sistema, por débil que fuera esta restricción, el deterioro de la calidad de la deuda era relativamente lento. La calidad se derrumbó, y la cantidad se disparó hasta la estratosfera cuando la presencia del oro, el único que puede
extinguir la deuda en última instancia, desapareció del sistema monetario. El año 2006 fue el punto de inflexión. A finales de ese año la productividad marginal de la deuda cayó hasta cero y pasó a ser negativa por primera vez en la historia, encendiendo la alarma roja que advertía de una catástrofe económica inminente.

Esto significa que más deuda pública es veneno para la economía. Más deuda pública significa, directamente, más caída del PIB. ¡Dejen de endeudarnos, señores, que nos hunden!

Por otro lado, Fekete no avista un escenario hiperinflacionista de cara al futuro sino más bien todo lo contrario, seguirá la deflación, pues:


Mientras que los precios de los productos primarios, tales como el petróleo y los alimentos, pueden subir inicialmente, los consumidores apenas tienen poder adquisitivo, y tampoco pueden pedir prestado como solían para pagar esta subida de precios. El nuevo dinero creado ha ido a parar al rescate de bancos, y una parte importante se ha desviado para continuar pagando los inflados bonus de los banqueros. Muy poco de este dinero ha fluido hacia los consumidores ordinarios, que se ven con el agua al cuello debido a las deudas contraídas en el pasado. De ahí que dichas subidas de precios sean insostenibles, ya que el consumidor es incapaz de afrontarlas. Como resultado, los comerciantes minoristas y mayoristas también están con el agua al cuello. Tienen que reducir precios. La presión de la caída de la demanda no se queda en los comerciantes, sino que también se transmite hacia los productores,
que también tienen que reducir precios. Todos ellos están experimentando un descenso en sus flujos de caja derivados de las operaciones económicas ordinarias. Despiden a más gente, agravando la crisis aun más, dado que se reduce el efectivo en manos de los consumidores debido al mayor desempleo. La espiral viciosa está en marcha.

La expansión monetaria y los cada vez más bajos tipos de interés resultan inútiles para relanzar el crecimiento económico... hacia la siguiente burbuja (es más, destruyen el capital de una economía):


El nuevo dinero creado seguirá las leyes de la gravedad y fluirá hacia el mercado de bonos, que es donde está la fiesta. La especulación libre de riesgos en bonos reforzará la espiral deflacionista hasta que llegue el agotamiento final: la economía colapsará como un globo al ser pinchado. En vez de hiperinflación y de la destrucción del dólar, lo que tenemos es deflación y la destrucción de la economía. Denninger advierte de que la ‘espiral mortal’ llevará a que se disparen las ventas de activos en una loca carrera de liquidación de éstos, y en última instancia, al colapso del sistema monetario y político de EEUU a medida que se evaporan los ingresos impositivos. Señala que, probablemente, ni uno solo de los miembros del Congreso entiende la gravedad de la situación. Bernanke se está arriesgando a algo mucho peor que una depresión. Se está jugando literalmente el final de América como una potencia política, económica y militar. Efectivamente, el colapso financiero y económico de los dos últimos años debe verse como parte de la progresiva desintegración de la civilización occidental, que empezó con el sabotaje gubernamental del patrón oro en la primera parte del siglo XX.

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