Guerra al TC

Como decía Mark Twain, "cuando dos personas piensan lo mismo es que una de ellas piensa por las dos". Pues aquí se da el caso de que cuando todos los periódicos escriben lo mismo es que uno piensa por todos. Y el que piensa es el mismo que paga, el gobierno autonómico nutridor de fondos a una prensa lacaya y unidimensional. El chip nacionalista anda impreso en los cogotes de la ciudadanía catalana. Escasos son los que se oponen; ninguno levanta la voz.

Parece un golpe de estado prefectamente previsto. Ejecutado por tiempos. Anteayer fue la manifestación nocturna de las antorchas hitlerianas. Ayer mismo, Montilla se fotografía con los de la toga de alquiler (como quien alquila un frac para una fiesta). Esta mañana tocaba la firma común del panfleto. Por la tarde, el Barça se adhiere. Son más que un club, ya se sabe. Y mañana ya veremos.

Rajoy no tiene nada que decir sobre el tema, obviamente, "cada uno puede opinar lo que quiera". Obviamente. Su hombre en La Habana (Alicia Sánchez Camacho, o Alicia en el país de las maravillas) está a la espera del pacto convergente sobre el cadáver de España, esa señora desvanecida, inmersa en un profundo sueño producto del cansancio histórico y de los narcóticos postmodernos.

Y entre todo el personal ahora va y sale Mienmano, Alfonso Guerra, que dice que se opone a tanta presión al Constitucional, "será contraproducente". Alfonso es de los que se opone de boquilla pero luego vota con resignación, como todos. Como los burros que siguen dando vueltas a la noria.