Avatar: ¿La historia de un sueño?

Una tarde en el cine, uy, qué bien, cuánto tiempo, nunca me sacas...

El planeta Pandora es una especie de cielo; y el cielo va ser profanado... Los invasores son una compañía con intereses mineros que se vale de unos mercenarios tipo Blackwater. Es como si fuera la guerra de Iraq, sólo que en el espacio... La batalla entre el perfecto indígena y el pérfido ser humano; unos alienígenas, unos invasores, eso es lo que somos. Al planeta llegan los hombres empresarios, pues, con sus soldados de fortuna: Combatamos al terror con terror, lancemos un ataque preventivo..., dicen. Ése su mensaje. Hmmm, eso me suena... Vaya indirecta, George, ¿lo pillas...? Apoderémonos del subsuelo mineral sobre el que se asienta una civilización de salvajes perfectos y azules, superhombres elásticos, místicos, escaladores del árbol de la vida en el que tan apaciblemente moran. Los salvajes no son salvajes, son sublimes; son imitaciones del gato en una selva fosforescente y apoteósica. Los jardines del Edén eran una filfa comparados con Pandora... Se aprecia en el horizonte el rollo del cuento climático, ¿lo veis....? Los invasores vienen de un planeta chamuscado por el capitalismo salvaje, son hombres/bestias recien salidas del gimnasio. El buen salvaje, sin embargo, no tiene nada que intercambiar, nada necesitan, su mundo es perfecto, no puede haber pacto, ni comercio alguno con los hombres; solamente guerra.

Antes de iniciar la batalla perdida, dice una mujercita/marine que acaba de pasarse al bando de los lugareños:

-Pensaba que el martirio no iba a ser el único camino... -la chica estrena una camiseta de infarto para las escenas finales... El burka le sobra...

Así que el martirio... Hmmm, eso me sigue sonando...

La película es ideológicamente tramposa, potencialmente moldeadora de mentes adolescentes -de eso se trata-, visualmente magnífica, éticamente cutre y absolutamente prescindible.