Fue lo más leído en el diario YA durante el año 2009:
Vestía un tabardo marrón y unas botas. No tendría más de 23 ó 24 años. Era Santiago Carrillo. Apearon a tres señores y una señora, les hicieron andar sobre la cuneta unos doce metros, y sin que yo me lo esperara, sacaron las metralletas y los mataron a los cuatro. Carrillo, que había dado la orden de ejecución, saltó a la cuneta y me dijo: “Pionero, estudiante, ven acá. ¿Sabes quién es este?” –Señalando a uno de los ejecutados que estaba tendido en el suelo en un charco de sangre-. Éste es el Duque de Veragua, el fascista número uno de España”, añadió Carrillo mientras sacaba una pistola de debajo del tabardo (que recuerdo perfectamente, del nueve largo), y disparó tres tiros sobre el cráneo del Duque, que ya estaba bien muerto. Hecho esto, Carrillo vio en la mano del cadáver una sortija con brillantes que parecía de valor, y dirigiéndose al Guardia de Asalto Ramiro Roig, “El Pancho”, le ordenó: “¡Quítale el anillo!”. El otro empezó a tirar sin conseguir que saliera. “¡Córtale el dedo, leche!” –reclamó Carrillo indignado-. El Guardia sacó una navaja del bolsillo y destrozó la mano hasta que consiguió sacar el anillo, y se lo dio a su jefe. Recuerdo perfectamente que Santiago Carrillo, después de limpiar la sangre de la sortija, con broza que tomó del suelo, se la guardó en el bolsillo y, cogiéndome por encima del hombro, me subió en el Ford. Emprendimos viaje de regreso.
Bajamos a un sótano donde esperaban la llegada de Carrillo los chequistas Manuel Domínguez “El Valiente” y el Guardia de Asalto Juan Bartolomé. Allí estaba sentada una mujer joven, de unos treinta años o más, con la ropa a jironazos, casi desnuda, que no hacía más que llorar y suplicar que no la pegaran más. Llegó por fin al sótano Santiago Carrillo y dio al tal “El Valiente” la orden de quemarle los pechos, orden que éste cumplió utilizando un cigarro puro. La mujer suplicaba “por Dios” que el tormento cesase. Luego me dijeron que se trataba de una monja, Sor Felisa del Convento de las Maravillas de la calle Bravo Murillo. (...) Las fotografías de Sor Felisa, realizadas el mencionado día 31 de agosto en el Depósito Judicial, muestran varios impactos de bala en la cara y en el cráneo.
Al caer la tarde nos trajeron a Madrid, y a mi me dejaron en Cibeles, desde donde marché al metro de Alvarado, para dormir como todas las noches. Al otro día, igual, cavando zanjas que no sabía para qué servían… Después de varios días, mientras trabajábamos, llegó una furgoneta llena de gente. Los sacaron a gritos y los pusieron a todos delante de las zanjas. Salían sin calzado, con sangre en los pies, en la cara, apenas vestidos y sin objeto de valor alguno. Sin consideración, los mataron a todos, con metralletas y fusiles. Seguidamente los echaron a las zanjas y nos mandaron que cubriéramos con tierra los cadáveres. Debía ser la primera semana de noviembre cuando nos llegaron tres autocares con cientos de personas amontonadas. Yo no sabría calcular cuántos serían. Aquello fue horroroso. No paraban de matarlos y meterlos en las zanjas, mientras llegaban más autocares, con hombres. Todos eran fusilados y además machacados con fusiles en la cabeza. La escabechina fue tremenda. El mismo Santiago Carrillo los empujaba hasta la fosa con el pie.
El reportaje completo
4 comentarios:
No seré yo quien le diga a nadie qué escribir en un blog pero, ¿Cree de verdad que el diario Ya, recuperando un artículo del Alzazar, reproduciendo un testimonio de dudosa verosimilitud, es una fuente lo suficientemente seria para acusar a alguien de las atrocidades que usted le acusa?
Hay una gran leyenda negra sobre Santiago Carrillo. Yo lo he estudiado mucho a ver si encontraba pruebas fehacientes o relatos de historiadores serios que certificasen la culpabilidad de Carrillo en los sucesos de paracuellos.
Pues bien, todo lo que he encontrado son suposiciones, conexiones de hechos inconexos, etc. Pero nada claro. Más bien recuperación de suposiciones maliciosas venidas de los tiempos de franquismo y la transición en los que se intentaba desprestigiar al entonces lider comunista.
Ante la ausencia de pruebas y las declaraciones continuas del interesado sobre su inocencia, siempre he creido que lo conveniente era no acusar sin pruebas y creer la versión de Carrillo, pues su trayectoria en la transición la acredita como hombre moderado y eso hace difícil pensar que fuese un asesino en 1936, por mucho que contase sólo con 21 años.
Un saludo.
Tal vez te resulten más fiables las fuentes soviéticas: El delegado de la NKVD en Madrid en aquella época escribía informes a Moscú que informaban de los fusilamientos de Carrillo en Paracuellos, y eso está documentado en el libro "Spain Betrayed: The Soviet Union in the Spanish Civil War", de Ronald Radosh, Mary Habeck y Grigory Sevostianov.
O el informe de Francisco Abad, militante comunista, reseñado en la web de EL PAÍS, en el que se relatan algunas de las atrocidades de Carrillo. El informe se menciona en el libro de Enrique Líster: "Así destruyó Carrillo el PCE".
Qué asco. Un genocida en libertad y viviendo a costa de nuestros dineros.
Coincido con Persio. Aún así, rebuscar en el pasado no me parece de gran utilidad pero si nos empeñamos en la dichosa memoria histriónica, ésta debería ser para todos, por incómoda que resulte.
Un saludo
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