domingo, 4 de julio de 2010


Consideraciones sobre la Constitución como papel mojado




La letra mojada y muerta de la Constitución ya no inspira lágrimas a nadie. El espíritu constitucional no ha resultado eterno, sino que ha fenecido en silencio treintaipocos años después de la rúbrica imaginaria del pueblo español con su Estado. Ahora se harán virguerías sobre el papel mojado, donde la tinta corre con más facilidad. Se intentará que la letra muerta no resulte excesivamente hedionda ni impida los megadesarrollos estatutarios del porvenir. (El porvenir empieza hoy.) Una generación nos ha durado la Carta Magna... Pero, ¿sería legítimo afirmar que la Constitución puede ser en algún modo vinculante para aquéllos que en su momento no la votaron? ¿Pudimos acaso delegar en otros nuestra firma imaginaria, retrospectiva? ¿Eligieron por nosotros los ensabanados padres constitucionales, que no resultaron más que profetas efímeros y errados?

Los ensabanados constitucionales apostaron por un estado autonómico y les salió una bomba atómica (con el temporizador programado a treinta años). Incluyeron el derecho a la vida en uno de los primeros artículos y acabaron matándolo en dos tiempos, con sendas leyes sobre el aborto. Ahora Montilla ha puesto la puntilla. Los camisas negras de Armani marcharán sobre Barcelona con antorchas de diseño. Los camisas negras buscan su espacio vital, sito en el Bulli. Los camisas negras son los padres constitucionales de un microestado que se esfuerzan por inventar, pero la dinámica es la misma, sólo que con menos votos: es la imposición de unas normas "mayoritarias" sobre el conjunto de la población, sobre el individuo. Desde posiciones liberales hay quien defiende el derecho a la secesión. No lo entiendo; pues no hablamos de la libertad del individuo, sino de que otro grupo más restringido de individuos, un grupo regional, digamos, impongan de nuevo su voluntad. Es como ser cómplice en la creación de otro estado. Un estado más pequeño, sí, pero más apabullante; asentado sobre un territorio más manejable. Un estado expansionista que hace temblar a las regiones vecinas. Un quiste, un nuevo virus. Algo perfectamente extirpable.

Pero, ¿qué hay de la secesión del individuo? Nada de adscribirse a contratos constitucionales de por vida, firmando ante las atónitas generaciones futuras, votando más que firmando, sometiéndose a la voluntad de la mayoría de los que votan; y sin la posibilidad de una clausula de opting-out para salirse del contrato, pues la libertad es un derecho inalienable al que no se puede renunciar. Más que firmas globales, hipotéticas y defectuosas, ¿no sería mejor la firma expresa de contratos parciales? Por ejemplo: contrato la educación con la Comunidad de Madrid, que ha instalado algunos colegios fuera de su comunidad, contrato la sanidad con el gobierno de Navarra, que ha instalado una clínica en mi ciudad, o contrato con una policía que me defienda y no multe continuamente a sus clientes. Una suerte de gobiernos competitivos. Y pago impuestos según lo que contrate. O no pago impuestos si contrato directamente con empresas privadas.

Eso sí es el derecho de secesión. La libertad de oponerse al robo, de separarse del ladrón. Los nuevos ladrones, por encima de las camisas negras de Armani llevan puesta la barretina.

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