viernes, 13 de marzo de 2015


Segunda Guerra Mundial: Ataúdes flotantes sobre el Pacífico. La balada del Musashi




Paul Allen, propietario de una franquicia de baloncesto profesional norteamericano, tiene una compañía de cazatesoros submarinos. Paul Allen diversifica su negocio y ya no sabe dónde invertir el dinero sobrante, un problema que quizá le haya quitado el sueño. Paul Allen es un mecenas de los tiempos modernos en busca del arte antiguo y submarino. Si en el pasado hizo su fortuna descubriendo algoritmos informáticos, cubiertos por un mar de ignorancia humana, demasiado humana, ahora Paul Allen pretende rescatar antiguas fortunas fondeadas en un páramo de rentabilidad cero. La última aventura de Allen ha sido descubrir el Musashi, el mayor acorazado japonés de la Segunda Guerra Mundial, hundido en el archipiélago de las islas Filipinas cuando la guerra ya se había dado la vuelta a favor del poderío naval y sobre todo aéreo de los USA. Si Japón fue a la guerra, según uno de sus generales, para evitar el bloqueo energético de los USA, también perdería la guerra a causa de la falta de combustible para mover toda esa maquinaria industrial. Y es que el Musashi iba equipado con pavorosas bocas de fuego, es decir, con cañones próximos a los 50 cm. de diámetro interno, que es lo que se conoce como calibre del ánima; ánima negra y mortal, naturalmente. El Musashi se pasó más tiempo anclado en puertos de islas intrascendentes, o como mucho, dedicado al transporte de tropas entre esas intrascendencias aisladas, que cumpliendo con el destino para el que fue ideado. Sus bocas de fuego asumieron ese destino en silencio, sin combustible para mover tanto acero sobre los mares.
El Musashi fue hundido por 19 torpedos y alguna artillería adicional. La mitad de su tripulación, compuesta por dos millares largos de hombres de ojos rasgados, pereció en ese ataúd metálico. Entre los fallecidos estaba el comandante, que se negó a abandonar el acorazado... El honor o algo así. Musashi había sido el nombre de un antiguo samurai japonés. Musashi estaba siendo ahora una tumba común y marina para dos millares de ojos rasgados en busca de un horizonte que se cerraba en negro.
Paul Allen ha descubierto esa tumba. Lluvia de canastas sobre honores antiguos.

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