viernes, 27 de marzo de 2015


Yemen: Lluvia de drones en el reino de Saba

Ha llegado el primer café a los puertos del Mediterráneo. Llega directo y proveniente del puerto de Moka, en un país llamado Yemen, en la antigua Arabia Felix, desde donde partían las caravanas de camellos cargadas con toneladas de especias. El transporte marítimo ha dejado ya obsoletos a los camellos, que yacen o pastan en el desierto nublado que predomina en el país aquel, donde dicen que nacen ríos en montañas altísimas, pero que no llegan al mar, los ríos citados y secos, debido a la brutalidad con que el calor se produce en aquellas tierras. Un desierto nublado es la consecuencia, pues, de esas evaporaciones del agua dulce y fluvial. Una evaporación de la memoria, igualmente se produce.
El reino de Saba se perdió cuando su reina se perdió a sí misma por los favores de un rey hebreo al que tiraban mucho las hembras y las yeguas, rey mujeriego y aficionado a la montería. Compraba caballos en Egipto, el rey hebreo; y visitaba reinas en Saba. O las reinas le visitaban a él, quién sabe, oh Salomón, con fama de justo y de sabio, que importas las especias exóticas de reinos lejanos. Pero el reino de Saba empezó a irse a pique cuando perdió el monopolio de las especias (devaneos de reinas aparte). Que aquí todo el mundo ama o dice amar el comercio, pero ama más profundamente el monopolio de ese comercio, obtenido manu militari si es posible.
Ahora es el tiempo del comercio del café, proveniente del puerto Moka, queda dicho. Producto embarcado hacia un futuro occidente, con mayúsculas o minúsculas, como queráis.
Yusuf escribió ayer sobre las arenas de una playa del mar Rojo que el café de Moka ayudará a mantener despiertas a laboriosas generaciones que buscarán otros productos en estas tierras, no sólo combustible para sí mismos, sino otros combustibles para sus máquinas. Y que ese oro negro está debajo de los desiertos nublados donde yacen los camellos obsoletos. Y que ese oro negro se conseguirá armando ejércitos a propósito. Y que habrá lluvia de plomo como nunca se ha visto en estas tierras.
Pero Yusuf no sabe que las olas borrarán todo lo que escriba.

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