Los americanos derrocaron a un dictador y dieron a los iraquíes la oportunidad de la democracia. Eso no sucede todos los días. En Iraq no había sucedido nunca. Y los iraquíes acudieron masivamente a las urnas: un 68% de participación, once millones de iraquíes que validaron un proceso constituyente que abría una nueva etapa en la historia de Iraq. Pero el islamismo estaba al acecho.
Primero fue al-Zarqawi, comandante de al-Qaeda en Iraq (como él mismo se autoproclamaba) quien empezó los atentados contra la población chií. Según parece, al-Zarqawi desoyó las directrices de al-Qaeda al poner en su punto de mira a los chiíes, abriendo de esta forma una yihad interior en el seno del Islam. (La yihad internacional contra Occidente, y sólo contra Occidente, se le iba de las manos a al-Qaeda.) Los americanos abatieron a al-Zarqawi en el mes de junio de este año; pero su sucesor ha seguido con determinación su mismo camino.
Esta semana, en una escalada en la cada vez menos latente guerra civil que se vive en Iraq, escuadrones de la muerte sunníes penetraron en Sadr City (inmenso barrio chií de Bagdad) y mataron a más de 250 personas. Al día siguiente se produjo la respuesta chií: quema de mezquitas sunníes y más de treinta muertos.
Contra lo que pudiera parecer a primera vista, un Islam disputando entre sí y debilitado por querellas internas no es necesariamente una mala noticia para el resto del mundo, o sea, para nosotros, Dar al-Harb (el mundo no musulmán, fruto del apetito islámico y destino natural de la guerra santa). Una guerra civil entre las dos ramas del Islam supondría algo así como un proceso de purificación o aclaramiento en las esencias del Islam, un frente interior, una yihad en la que para combatir a la comunidad vecina –sunní o chií- sólo hay que cambiar de barrio.
Sin embargo, existe el riesgo de que una guerra civil (no modulada en su intensidad) aumente la inestabilidad de la región. Y este fin de semana se reúnen los tiranos de Siria e Irán con el presidente iraquí para tratar de modular la situación. Aquí el que modula y maneja los hilos en la posguerra iraquí no es otro que Irán, la potencia emergente en la zona. En sus aspiraciones nucleares, Irán utiliza a Iraq (como ya utilizó al Líbano), como un simple peón en su estrategia de dominio regional.
EEUU sabe que cuando Irán pisa el acelerador en Iraq ellos tienen problemas. En el mes de octubre el objetivo era matar soldados americanos para influir en las elecciones legislativas. Y así se hizo. Cifra récord de americanos muertos en un mes y derrota del Partido Republicano. Irán preparó la campaña de los demócratas. Y ahora, nuevo acelerón en la disputa civil. Objetivo: hacer ver a los americanos que esa ya no es su guerra y que se retiren de Iraq.
De igual modo que tras la guerra civil en el Líbano, sólo Siria pudo garantizar la paz (imponiendo su tiranía y acabando con la democracia), en Iraq, donde la población chií es cuatro veces superior a la sunní, Irán presenta sus credenciales. A la anarquía sigue la jerarquía. Iraq puede estar viviendo un interregno, una excepción histórica, una especie de república de Weimar mesopotámica que sobrevive con cada vez más menguadas fuerzas entre dos tiranías, la del pasado y la del porvenir, Sadam y el Islam.
Primero fue al-Zarqawi, comandante de al-Qaeda en Iraq (como él mismo se autoproclamaba) quien empezó los atentados contra la población chií. Según parece, al-Zarqawi desoyó las directrices de al-Qaeda al poner en su punto de mira a los chiíes, abriendo de esta forma una yihad interior en el seno del Islam. (La yihad internacional contra Occidente, y sólo contra Occidente, se le iba de las manos a al-Qaeda.) Los americanos abatieron a al-Zarqawi en el mes de junio de este año; pero su sucesor ha seguido con determinación su mismo camino.
Esta semana, en una escalada en la cada vez menos latente guerra civil que se vive en Iraq, escuadrones de la muerte sunníes penetraron en Sadr City (inmenso barrio chií de Bagdad) y mataron a más de 250 personas. Al día siguiente se produjo la respuesta chií: quema de mezquitas sunníes y más de treinta muertos.
Contra lo que pudiera parecer a primera vista, un Islam disputando entre sí y debilitado por querellas internas no es necesariamente una mala noticia para el resto del mundo, o sea, para nosotros, Dar al-Harb (el mundo no musulmán, fruto del apetito islámico y destino natural de la guerra santa). Una guerra civil entre las dos ramas del Islam supondría algo así como un proceso de purificación o aclaramiento en las esencias del Islam, un frente interior, una yihad en la que para combatir a la comunidad vecina –sunní o chií- sólo hay que cambiar de barrio.
Sin embargo, existe el riesgo de que una guerra civil (no modulada en su intensidad) aumente la inestabilidad de la región. Y este fin de semana se reúnen los tiranos de Siria e Irán con el presidente iraquí para tratar de modular la situación. Aquí el que modula y maneja los hilos en la posguerra iraquí no es otro que Irán, la potencia emergente en la zona. En sus aspiraciones nucleares, Irán utiliza a Iraq (como ya utilizó al Líbano), como un simple peón en su estrategia de dominio regional.
EEUU sabe que cuando Irán pisa el acelerador en Iraq ellos tienen problemas. En el mes de octubre el objetivo era matar soldados americanos para influir en las elecciones legislativas. Y así se hizo. Cifra récord de americanos muertos en un mes y derrota del Partido Republicano. Irán preparó la campaña de los demócratas. Y ahora, nuevo acelerón en la disputa civil. Objetivo: hacer ver a los americanos que esa ya no es su guerra y que se retiren de Iraq.
De igual modo que tras la guerra civil en el Líbano, sólo Siria pudo garantizar la paz (imponiendo su tiranía y acabando con la democracia), en Iraq, donde la población chií es cuatro veces superior a la sunní, Irán presenta sus credenciales. A la anarquía sigue la jerarquía. Iraq puede estar viviendo un interregno, una excepción histórica, una especie de república de Weimar mesopotámica que sobrevive con cada vez más menguadas fuerzas entre dos tiranías, la del pasado y la del porvenir, Sadam y el Islam.
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