De la Vega entra a hurtadillas en el valle de los caídos (qué nombre tan hermoso). Vestida de pájaro nocturno (normalmente viste de pájaro diurno) escarba con sus manos huesudas y morbosas las tumbas de los caídos en una guerra antigua. La secretaria judicial no necesita orden judicial. Remueve los huesos que no son suyos en busca de portadas periodísticas. Parece que tuviera prisa por saber cuál es el destino de la calavera. Se sorprende cuando ve que los rostros descompuestos se parecen al suyo.
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